Reseña de la lectura de los capítulo 1 del libro Didáctica de la escritura de Graves
El aprendizaje de las artes gemelas de
escribir y enseñar
El maestro es la persona que nos enseña a leer, a
escribir, a sumar, a restar, a multiplicar, nos cuenta historias y nos habla de
valores cuando en hacemos algo al, pero ¿qué sucede cuando estamos aprendiendo
a escribir y hacemos un rayón diciendo que hemos escrito “mi mama me quiere” y
el maestro dice “ahí no dice nada”? obviamente sucede una desmotivación directa
al deseo de aprender a escribir y es así como profesores nos ponemos nosotros
mismos un conflicto con los alumnos cuando queremos que aprendan a escribir. Es
importante que para enseñar “algo” primeramente hay que dominar ese “algo”,
pero cuando ese algo es enseñar, estamos entramos en un problema real, pues el
dominio del contenido va de la mano con la teoría de la enseñanza pues entre
ambos se logra que el alumno aprenda. En el libro en cuestión, el escribir se
considera arte, ya que la definición de arte es “un proceso que consiste en dar
forma a un material respecto a un fin que se pretende”, y nuestro material son
las líneas trazadas en un papel a las cuales pretendemos que el alumno les de
forma para que logre comunicar una idea de su pensar (expresión).
En relación con lo anterior, el docente rompe la
creatividad del alumno rompe con interés por ese arte cuando lo que hace el
alumno no es lo que el maestro quiere y ese es el principal problema al cual el
maestro novato le teme cuando por primera vez enseña a escribir, pues creen que
los alumnos no son capaces de desenvolverse de forma adecuada en una hoja
blanca.
Considero que el enseñar implica una serie de
procesos más que no vienen implícitos, sino que durante el transcurso se van
adquiriendo conforme vaya suscitando a lo largo del proceso. Si se habla de
arte, el docente es un artista y al hacer esta analogía debe de tomarse en
cuenta las implicaciones del artista pero adaptarlas al arte de la enseñanza y
de la escritura, ayudando al niño a que convierta sus intenciones en realidad.
Daniel de Jesús Estévez Sánchez
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